Suena el despertador y mi maratón diaria comienza. La casa, los niños, el trabajo serán mis espectadores "despiadados" esperando que siempre bata las mejores marcas. Sin apenas un segundo para desearme los buenos días, descubro que en el espejo de mi baño me recibe ese árbitro injusto que me va marcando los tiempos irremisiblemente. ¿Ummmm será eso una pata de gallo? ¡Agggg esa ojera que persevera! Miro mi neceser y espero que mis salvadores, como fieles entrenadores, resuelvan en dos minutos lo que la vida va dibujando día a día. Crema antiarrugas antigravity, máscara de pestañas booster XL o mi lápiz labial super juicy parecen ser los aliados perfectos. Y después de dos minutos de restauración total...¡¡¡Si!!!, me siento bella.
Pero si me fijo en el reflejo de mi alma me doy cuenta de que mis ojos no brillan si Tú no estás en mi mirada, que mi piel no resplandece si tu paz no me resguarda y que mis labios se agrietan si tu agua no me ampara.
Decidido: mejor empezar el día mirándome en el espejo de Dios si realmente quiero sentirme guapa.
Proverbios 31:30
Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
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