No cabe duda de que vivir en una ciudad como Los Ángeles es toda una aventura. Para una españolita como yo, donde el antiguo continente me enseñó a vivir en ciudades modernas que se despiertan cada día envueltas en una medieval melancolía, este nuevo mundo de Neón y Glamour prefabricado resulta desconcertante. Como el otro día, que en una de mis primeras andanzas por esta ciudad que quiero hacer mía, pude percibir un sensación nueva que me retó de una forma para mí, desconocida. Llegué cinco minutos antes al lugar donde tenía una cita de trabajo. Entre las prisas, el calor y el tráfico, bajé la ventanilla buscando un poco de aire. Y mientras percibía un intenso olor a burritos y a tacos, observé por el retrovisor una versión "actualizada" de mi maquillaje producto del sudor y mis peleas con el aire acondicionado... y es que waterproof a veces no es "sudor" proof y yo intento lo de las cejas anchas... pero sin quererlo, lucía un bushy brow extremo al más puro estilo surrealista de Frida. Alertada por el chivatazo de mi espejo, me retoqué como pude el maquillaje, pero frustada y desubicada en medio de un océano de óxido y contrachapado, salí de mi auto como mi gps: "recalculando".
Y mientras "recalculaba", el gran cartel de una colina cercana atrapó mi mirada. De repente sus ocho letras gigantes consiguieron impactar mi conciencia, cambiando la forma de ver mi realidad y conviertiendo ese paisaje urbano, descuidado y feo, en un paraiso vintage con olor a Chanel y elegantes Jimmy Choos desfilando por alfombras rojas infinitas... Pero mis sueños de luces y bambalinas se esfumaron en un instante, cuando mi tacón quedó atrapado en uno de los tantos socavones de esa calle, dándome cuenta de que: — ¡Ay Hollywood de mi vida!, por mucho que te maquillen, tu "glamour" no es más que un estado mental.
Es increible el poder de las influencias y su capacidad para alterar nuestra percepción de la realidad. Ya sea un libro, un película o el comentario inoportuno de tu vecina sobre el color de tus cortinas, el caso es que todas somos vulnerables a influjos que sutílmente marcan el rumbo de nuestra propia identidad. Aprendamos a ser mujeres íntegras y a saber elegir bien nuestras fuentes de influencia. Una mala influencia, daña, confunde, y desestabiliza, llegando incluso a arruinar el maravilloso guión que Dios tiene para nuestras vidas.
Decidido: prefiero vivir con los pies firmes en mi "holy land", que colgada de las nubes de este La La Land
Romanos 12:2
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.
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