Cada día me levanto con el firme propósito de amar más y más a mi... teléfono. Puede sonar a broma o a exageración pero lo cierto es que la relación de amor y odio con este pequeño dispositivo encierra más pasión que muchos matrimonios. Te amo porque me hablas, me cuidas, me enseñas, me mimas... Te odio porque cuando me faltas, mi ¿dónde está mi movil, celu, iphone…? es comparable a un S.O.S. de un náufrago en medio del mar de una soledad cuanto menos apocalíptica. Lo cierto es que este bichejo virtual ha sabido embaucar a toda una generación que se etiqueta de progresista, liberal, amante de lo orgánico y del smoke free, cautivándonos en una nomofobia que nos aisla y atonta y demostrando que efectivamente la capacidad de ser smart se la estamos relegando al teléfono. ¡Con lo bonito que era salir a dar un paseo de la mano de tu pareja sin un emoticono de por medio o disfrutar de una cena romántica sin la necesidad obsesiva de comprobar que tu celular no se ha muerto!
Pero lo que más me entristece es sentarme en un rincón de un lindo café y ver como nadie gesticula, ni se comunica y que la palabra hablada con ese poder que tiene para amar, bendecir, consolar y en definitiva comunicar ha quedado desfasada. Dios nos ha creado para que seamos nosotros los "smart" y sepamos hacer perfecto uso de nuestra inteligencia a la hora de manejar nuestra libertad y sociabilidad, pero si nuestro primer pensamiento de la mañana tiene forma de whatsapp, sinceramente creo que algo tenemos que revisar.
Decidido: Querido telefono, nuestra relación es estupenda pero si en algún momento me llegas a controlar entonces no me quedará mas remedio que poner un mar de por medio.
Texto de referencia : 1 Corintios 6:12 «Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.
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