Hace unos días fui con mi familia a una playa al norte de California llamada Playa de Cristal. Con ese nombre no sabía bién lo qué esperar pues me imaginaba o bien paseando entre las aguas cristalinas y "agradablemente" gélidas del Pacífico en pleno mes de Marzo o haciendo un cursillo rápido online de cómo ser faquir y no morir en el intento, al imaginarme tumbada en mi toalla sobre una "comodísima" cama de cristales. Sea como fuere y con gps en mano, llegamos a esa pequeña playa donde miles de piedras se entremezclaban con la arena sorprendiéndonos con una alfombra de brillo y color absolutamente deslumbrante. Lo curioso de esta playa es que durante muchos años fue el vertedero de la ciudad y esas piedras eran restos de basura, botellas, plásticos, cerámica… Fue el agua la que con el martilleo incesante de las olas supo salvarse de esta ruina y moldear a su antojo estos desechos para demostrarnos que nada es lo suficiententemente inútil o feo como para despreciarlo. Sabes, en el mar de este mundo se nos exige ser perfectas: mujeres inteligentes, profesionales intachables, madres y esposas estupendas con cuerpos de escándalo y aprendices de princesa… Una mezcla de angelito de victoria’s secret y superwoman que puede llegar a ahogarnos en el abismo de la baja autoestima, desfigurando nuestra imagen y anulando nuestra esencia. Si a esta presión externa le sumamos nuestras propias inseguridades, miedos y pecados que no consiguimos vencer, al final nos sentimos como esa vasija rota en la arena.
Somos vasos frágiles, creadas por Dios para ser únicas y perfectas, pero Él no quiere que las olas del mar de este mundo sean las que den forma a su obra maestra. ¡Seamos valientes, reconozcamos nuestras debilidades para no sucumbir ante esas mareas! Sólo así podremos descansar en la playa de Dios para dejar que las olas de sus aguas nos moldeen hasta brillar como esas piedras.
Decidido: dejaré de creer en mis frustaciones y buscaré por Dios ser moldeada... porque el Secreto de mi Victoria estará siempre en vivir bajo su mirada.
Textos de referencia:
Isaías 66:2
Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
Jeremias 18:3-4
Entonces descendí a casa del alfarero, y he aquí, estaba allí haciendo un trabajo sobre la rueda. 4 Y la vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió a hacer de ella otra vasija, según le pareció mejor al alfarero hacerla.
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