No hay nada comparable a unos bonitos fuegos artificiales para alumbrar una noche de verano e iluminar nuestra alma con chispas de ilusión, al ritmo de alguna canción pachanguera destinada a caducar tan pronto nos salude el otoño... O así yo lo tenía idealizado, hasta que hace unos días, planeé ir a ver unos fuegos con mi hijita de dos años. Todo marchaba según lo esperado: brisita veraniega que aliviaba el calorcito sofocante del día y que te ayuda a tolerar mejor los empujones de los que ansían la primera fila, olvidándose de que los fuegos se ven hacia arriba... y el halo misterioso de un entusiasmo corporativo que presagiaba un ratito de felicidad.
Pero el primer cohete estalló y los ¡wooowwwsss! de la multitud fueron secundados por un ¡bua,buaaa, buaaaaaa! de mi niña a un volumen tal que competía con el eco estruendoso del artifício. De repente, mi idílico castillo de pólvora y color se derrumbó ante su primera lágrima. Ella, aterrorizada, viendo cómo su cielo de "estrellita dónde estás" se rompía en mil pedazos, decidió encaramarse a los brazos de su papi y a la vez que intentaba esconderse bajo su camisa, me buscaba con la mirada, balbuceando por primera vez una palabra que quedará marcada en mi corazón por el resto de mis días: " casa, casa,casa..."
Es increíble cómo el ser humano nace con una necesidad innata de refugio y protección. Aunque seamos seres sociales, necesitamos desarrollar un sentido de pertenencia donde enraizarnos y equilibrar nuestro mundo. Esta estabilidad fundamenta los cimientos adecuados para asentar nuestra autoestima y salud emocional.
Cada día, la vida nos desafía con algún que otro fuego que intenta o bien alumbrar nuestro horizonte o bien espantar nuestra esperanza. Recuerda que los nuevos retos siempre marcan nuestra hoja de ruta. Lo importante es entender que no caminamos solas y que cuando el fuego de la prueba nos asusta y paraliza, Dios siempre nos ofrece sus brazos de Padre, ese cobijo seguro e inquebrantable aunque nuestro cielo se derrumbre o nuestro corazón de despedace.
Decidido: La próxima vez veré los fuegos desde mi casa.
Textos de referencia:
1 Samuel 2:2 No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay REFUGIO como el Dios nuestro.
Salmos 48:3 En sus palacios Dios es conocido por REFUGIO.
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